De humana invisible a florerito de mesa

Por Ada Angélica Rivas

Cuando la secretaria me dijo, “Ada, no te visto por acá” y, luego me aconsejó: “tienes que pasearte, mostrarte, que te vea el jefe, sino van a creer que no estás trabajando”. (Shuuuuu) Yo, que a veces me amanezco escribiendo, rápidamente me pregunté: ¿cómo lo hago para producir y que el jefe me vea? En este caso no podía hacer dos cosas a la vez.

Iba por la calle y me encuentro con una amiga de los bailes andinos, me saluda efusivamente, y me dice, “pensé que no estabas en Arica, que te habías ido”. ¿Cómo así?, le respondo. “Es que no te he visto en el Face”. (Jejeje).

El mundo virtual, a veces lo asociamos a la realidad, cuando no es más que una perspectiva de la vida, mostramos la mejor sonrisa, le sacamos la arruga a la foto, y nos ubicamos de lado para vernos más estilizadas. Pero ésa es no es la foto que respira y come cada día en tu casa.

Publicaba muy pocas historias y fotos de mi vida personal. Por un tiempo quise ser una humana invisible. Estaba viviendo en el subterráneo de la tierra, para qué más. Y qué agrado pasar piola. ¿A quién le importa qué hacemos? Es mucho ego el andar creyendo que eres materia de interés ajeno, bastante tenemos cada uno con nuestras propias vidas para destinar tiempo a las otras.

Caminé por las ferias, buscando alguna belleza para reciclar; me tomé algunos aperitivos en el Di Mango; una botella de vino en las Cuevas de Anzota; un tecito de domingo en la subida del cerro La Cruz con torta siete sabores; bailé con mis amigos del Bloque 4×4 de la Fraternidad Generación 90 en un cumpleaños y un bautizo hasta el amanecer; y destino tiempo para el amor de un hombre que adoro, cuya historia es tan genial que estoy escribiendo un relato: “El científico enamorado”. De todo esto no he publicado ni una línea en ninguna red social, porque es mi vida.

Pero quedé como dicen “correteada” porque a la gente que se pasea y se muestra le va mejor, dicen por ahí, y a mí de verdad me latea andar exhibiéndome sin razón. Hace años a una colega le decían “las vueltas dejan”, porque casi se contorneaba ante los jefes, alabándole las corbatas. Pero como no era tan maravillosa, igual la despidieron. Así que me atreví a decirle a mi jefe que si no me veía tanto era porque estaba en mi escritorio, con mi mente y alma, creando, escribiendo y produciendo, pues mi trabajo surge en la soledad más íntima, a puertas cerradas, sin teléfonos, ni redes sociales, solo con el aroma del café y el canto de algún pajarito silvestre. Y él, que es un hombre inteligente, lo entendió perfecto.

Estas últimas semanas me atreví a compartir con cierto pudor algunas fotografías de actividades personales, de las que de verdad me sentí honrada y agradecida de haberlas vivido. La emoción queda para mí, si mi jefe está feliz con los resultados de mi trabajo o si tus amigos te aman incondicionalmente. ¿A quién más le puede alegrar? Incluso podemos provocar el efecto contrario, que te envidien. No es necesario.

Por más que te muestres como si fueras en desfile de moda ante los jefes, que te vean “trabajando” porque las vueltas dejan; que muestres los dientes como payaso de circo; que le hables más fuerte a quién crees que está bajo tu mando, porque es tu momento de ser “importante”, no sirve. En el trabajo solo valen los resultados, tus capacidades intelectuales y emocionales al servicio de los objetivos trazados. En tu vida lo más importante es sentirte realizado como profesional. Es todo.

La humildad la aprendemos cada día. Más claramente ante el tema que nos mostró Guido Garay en su charla sobre el universo en el Congreso Futuro; más clara que la canción de Shakira, que respiró toda la bilis que le provocó el término de esta mala relación, pero facturó. A mí nadie me paga aún por las novelas que vienen en camino, serán versión bilingüe, porque ahora mi público lo es también. Jejeje.

Y como los seres humanos somos tan inconsistentes, mañana publico el plato del restaurante al que vaya, y luego la foto con la junta de las colegas. Salud por la vida expuesta, porque las redes sociales nos hacen existir. Porque soy feliz si muestro el escote un poquito más abajo del sostén. Aunque, por supuesto, cada uno es libre de hacer lo que quiera, éste es solo mi punto de vista. Espero ir de florerito de mesa a humana invisible de nuevo.


 

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