La columna de Barbarella: “Con el terno en el bolso”


Por Barbarella
Lo vi un día en un pub en el centro, yo andaba con una amiga, que según muchos cercanos lo de hembra le brotaba hasta de media cuadra, pero el galán que cayó de improviso a nuestra mesa me pidió el teléfono a mí. Era mucho más joven y le di mi número una noche de cervezas y luces a medio filo en calle Thompson.
Me llamó de cinco números distintos, sus padres tenían un centro de llamados, así que no se aburría de hablar. Casi atosigada por el tiempo ocupado en hablar puras estupideces, seguí el juego, y fue entretenido. Hasta que nos encontramos, en una fiesta atrás del agro, donde yo parecía de otro planeta, porque todos me miraban. Ese día me dio un beso, medio aguado y salivoso, que traté de esquivar cuantas veces pude. Le faltaba el olor a hombre hecho y derecho, era raro, un hombre sin feromonas, ni nada que activara la sexualidad, raro.
A la segunda o tercera junta me contó que su ex mujer se fue con el mejor amigo, así que andaba con los medios cuernos, y él, dolido en su ser masculino, trataba de hacerse el lindo para enganchar y ponerse a la par de su ex, con una nueva pareja. Me invitó a un asado con su familia y a mí me pareció pintoresco porque el mundo en que él vivía, no tenía nada que ver con el mío, pero con mi capacidad de adaptación pasé piola.
Me pidió pololeo, y casi me desmayo, pololeo en estos tiempos es como una aguja en un pajar. No había nada que lo impidiera y le dije que sí y hasta lo encontraba heroico, yo con 10 años más que él. Pero todo dejó de ser entretenido, porque se puso ultra machista y conservador, hasta un leve escote que yo usara le molestaba y me decía que andaba “calentando” a sus amigos.
Un día llegó con un anillo, en menos de dos meses ya se quería casar y la oferta era buena, con padrinos aymaras de hartas lucas la fiesta estaba asegurada. Jajajaja, me pareció insólito y lo dejé en espera, sólo para alargar la onda con él no más. Su familia tenía mucho interés que esto se concretara, vieron con buenos ojos que yo tuviera mi departamento y auto casi nuevo, al final era como sacarse un cacho, por fin se iba el eterno soltero de la casa, que andaba de jarana en jarana.
En poco tiempo se empezó a apropiar de mis espacios y a dominar la situación, hasta que le puse el disco pare y definitivamente le dije que me diera la prueba de amor, la clave del Facebook. Me la dio. Entré a ver las últimas 10 conversaciones por inbox en su perfil de Facebook, traté de memorizar los rostros de quienes le escribían puras webadas. Se quebraba que andaba con dos minas a la vez, una gorda y joven y una vieja caliente, que seguro era yo, con eso quedé con la moral por el suelo y me costó levantarme, así que le dije que hasta ahí llegaba todo y listo.
Pasaron los años y me encontré con el pobre parásito de nuevo, con la cara carreteada, el cuerpo para la cagada y más arrugas que yo. Para no andar en mala con el mundo respondí su saludo y me hice la linda en la fiesta en que coincidimos, así que no lo pesqué. Una amiga me contó que aún anda ofreciendo matrimonio a quien puede, pero veo que le ha ido mal, difícil querer armar pareja con un flojo mantenido que aparenta estar muy ocupado, cuando lo único que quiere es salir de la casa, aunque sea de la mano de una viuda, solterona o mujer mayor, lo importante es encontrar un espacio en otro techo donde ir a webiar.
(Parece que las cosas se dieron vuelta. Hace rato que se me han repetido historias en que el sexo masculino anda desesperado por casarse. Y los candidatos son del amplio abanico social. No sé si influye que vean a una mujer con su vida resuelta o es porque realmente los hombres se están sintiendo cada vez más solos y menos empoderados, pero hoy quise contar una historia casi marginal, que me da hasta vergüenza recordar. Cueck!)

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